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Algún día

Una hoja cayó silenciosamente al suelo, una flor murió. Todo el camino que hemos realizados juntos es hora de cambiarlo, ahora me adentro en la fría niebla en busca de mi querida, algún día.

martes, 22 de diciembre de 2009



Sentado en la barra de un bar mientras contemplaba la destrucción de una cultura más en este nauseabundo mundo, y con una taza de café en mi mano calentando el frío que la calle le concedió a mis manos, era la imagen de lo que debería ser una persona libre y sin cometidos que cumplir.

Las gotas de agua morían y renacían en forma de humedad en el gran escaparate que el bar poseía. A mi lado, una pareja, una mujer vestida con una abrigo deportivo (no conozco mucho la clasificación que hemos dado al ámbito de las vestimentas) sin duda comprado en la gran industria, y un hombre riendo las gracias de su compañera. A veces un dulce beso se deslizaba en sus acciones mientras él disfrutaba de su orgullo. Los asientos al estilo los años setenta, una mesa rodeada por sillas, estaban vacías. Mis ojos no podía evitar ver como esa joven pareja cumplía con actos románticos mientras la camarera limpiaba un vaso que llevaba más de una jornada laboral limpio, mientras contemplaba la destrucción en la televisión

Yo no podía dejar de pensar que perdí a muchas personas, dejando trabajar a mi misantropía, y no dejaba de dañar a esa mente tan perturbada que es la mía. Solo una persona puede llegar a ser algo en mi historia que tener el nivel de dolor tan alto me hacía pensar que sentido ha tenido y tendrá mi vida. Esta vez le tocó a una personas. Pensaba que mi certeza cumplió con sus obligaciones, pero no se en que me equivoqué.

No soportaba ver como manejaban el amor, el romanticismo dejó de ser una obra de teatro en vida y pasar a ser una película alternativa. Con un poema que en bolsillo descansaba, me hacía pensar que la vida del pirata me iba a servir. No se como podría ser un pirata, pero si sabía que mi misantropía podía evolucionar. No podía dejarme llevar por la rendición, pensando que yo no tenía nada que hacer, pero aprendí que la vida es una historia en el que tú eres el protagonista y debías luchar.

Pagué mi café, me despedí de todo personaje en ese escenario, salí del bar y miré a mi derecha, hacia un paseo que me regaló recuerdos que me hizo pensar. Decidí correr bajo la lluvia, mi pelo mojado y mi chaqueta empapada solo eran parte de mí, corrí hasta lo que yo creía que era mi destino. La gente, acostumbrada a ver personas correr bajo la lluvia desesperadamente, iban a lugares sin significado. Los coches tenía que hacer el duro esfuerzo de frenar cuando mi voluntad mi hacía cruzar la calle, y cuando, por fin la puerta de mi destino se exibía en frente de mí, torcí la mirada y mi destino compartía un beso bajo la lluvia con el fin de una persona y el comienzo de otra.

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