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Jenas Tyler Durden ( Breves historias, muy breves historias y aún más breves historias )

Algún día

Una hoja cayó silenciosamente al suelo, una flor murió. Todo el camino que hemos realizados juntos es hora de cambiarlo, ahora me adentro en la fría niebla en busca de mi querida, algún día.

sábado, 3 de julio de 2010

La última palabra


El sol salía por las montañas bañando de un color veraniego todo la ciudad de Madcity. Mi espalda, apoyada en los barrotes de la barandilla que me separaba del séptimo asiento de las gradas y de la caída catastrófica al agua que había en la pequeña fuente donde los obreros descansaban placidamente, se retorcía de dolor. A mi lado e intentando recobrar minutos perdidos del sueño no reconciliado, Sean mantenía una postura bastante incómoda, por ahora no podíamos molestar a nadie, era demasiado temprano para hacerlo.
Los árboles formaban un pasillo de hojas verdes que se movían con el ligero viento provocando una verde lluvia con estas hojas bañadas por la luz del caluroso sol. La gente caminaba tan solo pensando en su dirección sin dirigir la mirada hacia nosotros. Comenzaba a sentir el cambio de temperatura, el frío de la mañana en mi cuerpo comenzaba a ser el sudor corporal.
Mi presencia aquí fue manipulada por los argumentos de una persona, Sean. En consecuencia sabía que, al llegar de nuevo a mi hogar, mi padre volvería a estar en ese estado de amistad dibujada en papeles sucios y borrosos que impiden ver con claridad la estructura de este complejo dibujo. Pensar en este hecho me incomodaría aun más, pero llegó el momento del “deux ex machine”. Mark apareció por el final del pasillo verde. Conocía de poco a Mark, pero lo suficiente para entretenerme con él. Sabía que él no iba a recordar quién era, por lo que si quería que se conociesen Sean y Mark tenía que actuar yo.

- Ahora vuelvo, voy a tirar este papel. Dije mientras levantaba mi culo y bajaba con duros esfuerzos las altas gradas del auditorio.

Esquivaba a las personas que sin ningún remordimiento intentaban impactar contra mí. Mark estaba sentado en un banco justo al lado de una famosa fuente de agua oxidada. Antes de que pudiese pensar otra acción, me senté sin saludar al lado de él.

- ¿Qué tal estás, Benitti? Le pregunté provocando la sorpresa en su cara, ya recordaba bien quien era yo.
- Pues, bastante bien. Mientras respondía se reía sin parar.
- Quiero presentarte a mi amigo.

Sean se percató de que en realidad me había ido para saludar a Mark, caminaba hacia nosotros con una paso firme y seguro.

- Hola, soy Sean.
- Mark, encantado.

Los siguientes minutos fueron de conversaciones triviales y prácticas sobre bajos y guitarras. Era extraño el hecho de cansarme por ejemplo del continuo tema zombie y nunca cansarme del tema instrumental.
Mark había quedado con un amigo y nosotros esperábamos que le tiempo avanzase para poder dejar el equipaje y descansar en colochones y cojines.


Los ríos del desastre

Jeremy abrió la puerta a nuestra llamada, tenía la cara típica del dormilón con insomnio. Estaba muy cansado y su cara lo reflejaba impidiendo que realizase una bienvenida adecuada. De nuevo, volvieron a decir sus nombres y el adjetivo que corresponde en cada presentación sabiendo que era totalmente falso.
Jeremy, como músico, se ofreció a llevar las guitarras y no las maletas con ropas y libros mientras nos dirigía por la escalera. La escalera incómoda, que nos obligaba a agachar la cabeza para impedir que el techo nos roce la cabeza, había sido limpiada hace poco. Me senté en uno de los dos sofás para descansar. Estaba justo al lado de Jeremy y le dije:

- Jeremy, tanto Sean como yo no vamos a buscar a una chica, quiere verla. No creo vengamos a comer porque se nos hará demasiado tarde.
- No hay problema. Jeremy me echaba de menos y quería verme a solas, no con él; fue el principio de su enemistad.


Volvimos al camino bajo el caluroso sol que nos provocaba un sufrimiento corporal, además mis botas me provocaban rozaduras que me impedirían caminan con comodidad los siguientes días. Pero, tras caminar dos kilómetros hasta el centro, nos encontramos con Sara y su bici; una bici típica de “verano azul” o italiana. Ya se habían conocido estos dos.
Había avisado varias veces a Sean del peligro que Sara tenía. La otra parte de la relación de Sara, Mark, tenía demasiadas esperanzas en recibir un beso sin remordimiento. Sara era propensa a tener roce con cualquiera, sin importarle apenas el sentimiento de Mark.

- Tenemos que ir al hospital para ver a mi amiga, tan solo por cumplir. Esa era la faceta de Sara, yo criticaba a la moral ejecutando algunos sentimientos pero ella quería demostrar su fuerza mediante la desgana respecto a otras personas.
- No hay problema. Dije.

Mi collar se rebozaba en el sudor y el olor a metal mojado subía hacia mis orificios nasales. Mis pies comenzaban a sufrir las rozaduras. Ahora, para adiestrarse a nosotros, Sara comenzaba a tener serenidad y analizarnos. El trecho que había entre el paseo y el hospital era de una hora de camino, volver para comer otra hora y media debido a las numerosas cuestas empinadas y al agotamiento. Entre ida y vuelta se consumió el tiempo hasta llegar a la hora de comer. Decidimos comer en el chino de nuestro amigo, nuestro amigo Chan.

Camareros arreglados bajo la opresión de una mafia nos tomaron nota y en menos de seis minutos, gracias a la eficacia asiática, tuvimos el primer plato. En el interés de Sara ya se veía reflejado quien era el elegido para mostrar toda su confianza. Parecía que el extremo parecido entre Mark y Sean había atraído al interés de Sara. Obviamente lo único que quería era el roce y nada más. Sean me haría caso a la hora de no aceptar sus invitaciones.
Tras la comida y siendo yo el muñeco de bromas, riéndonos todos de mí, salimos del restaurante. Sean estaba cansado al igual que Sara. Ella le invitó a descansar en su casa pero yo tenía que volver con Jeremy, era el principal problema de que Sean estuviese interesado en estar con Sara todo momento, yo tenía que repartirme. Sabía que era demasiado pronto para rendirme pero también sabía que era el segundo golpe que causaría una gran enemistad.


Golpes de ineficacia

Jeremy se había sentado como de costumbre muy cerca de mí. Su amigo y mi amigo Clint, contaba historias demostrando que no tenía para nada abuela. Me sentía bien, por un momento me sentía bien. Había quedado con Sean y Sara sabiendo que Jeremy no podía aparecer debido a la manía que Sara le tenía. Aceptaba el carácter egocéntrico que Jeremy tenía, era uno de sus prejuicios. Lo que intentaba manejar era cuando ese carácter se convertía en un modo de llamar la atención, comportándose como un infantil. Su ego era alimentado por Clint, pero tanto él como Jeremy; con mi presencia se transformaban en personas adecuadas para relajarse y olvidar, delante de otras no.

Atendiendo a nuestro plan, fui en busca de ellos dos, pero llegar a Madcity significaba visitar a distintas personas. Esto significó que tenía que caminar durante media hora y decirles tanto a Sean como Sara que tenía que visitar a más gente, otra media hora para llegar a las casas y luego la última hora para recoger a Sean e irme con Jeremy.
Los conductores que conducían los ridículos coches por las calles me miraban fijamente a riego de tener un pequeño accidente. La calle era un río de color, ruido y descontrol. Pasaba por los hoteles que tiempos atrás ocupé para poder descansar tranquilo y evadirme del control opresivo. La gente caminaba con un aspecto similar a la siguiente persona, era estúpido decir que todas las personas eran distintas cuando algo dentro de su moral les impulsaba a ser igual que la persona que delante o detrás. Al igual, todos los conductores no querían frenar a la hora de hacerlo, era ridículo caminar por aquellas calles.
El olor a cloro proveniente de una fuente en funcionamiento penetró en mis fosas nasales, me incomodaba. Esos dos estaban sentados tranquilamente mientras hablaban pasando de mi presencia. Tan solo cuando toqué sus brazos conseguí que dirigiesen su mirada hacia mí. En ese momento me vino a la cabeza la cantidad de tiempo que llevaba sin ver ella, a esa chica que me hizo decir tantas veces “te quiero”.

- Lo siento, pero tengo que visitar a más gente, aún no he terminado. Te llamaré para cenar ¿vale?
- De acuerdo. Dijo mientras estaba esperando a mi ida para poder seguir la conversación.

El mar no está solo, tú le acompañas.

Aunque le había llamado, decidió cenar fuera. Sus olas habían roto mis castillos de arena, no me importaba cenar con Jeremy y con ellos pero…


A la mañana siguiente, volví a quedar con Sean y Sara. Sin darme cuenta me encontraba tirado en un sofá roto, con una guitarra de plástico entre mis manos que manejaba el juego mientras recibía los flases de una gran cámara que digitalizaba mi cara. Mis castillos de arena comenzaron a sentir más dolor por el duro golpe que recibió de las olas.

- ¿Os habéis imaginado que sería el mundo sin estrellas? Sara soltó esa pregunta al aire con la esperanza de que alguna respuesta con la función de torpedo derribase esa pregunta.
- Pues, oscuridad y nada más. Fue Sean quien intentó derribar la pregunta.
- Creo que si no hubiese estrellas el universo sería un papel con un dibujo hecho por un niño. A ningún niño le gusta dibujar durante cinco horas puntitos relucientes. Volvió a decir Sara.
- Si no hubiese estrellas, las personas tenderían a ser mucho más ególatras. Ésa fue mi única afirmación.
- ¿Por qué? Una pregunta a dúo, comenzaban a tener coordinación.
- Porque al no estar observados por las mismas estrellas que te observan a ti, creeríamos que el mundo es nuestro y tan solo nuestro. Que cualquier cosa podría ser comprada con el dinero.
- Pero, ya hay gente que compra con el dinero todo lo que quiero; son ellos, los materialistas. Sean tenía ese inicio de crítico a mi moral.
- Pero, si afirmas eso me ayudas puesto que tú mismo adviertes con esa afirmación que a ti no te pueden comprar gracias a tus principios. En cambio si no hubiese estrellas tú comprarías.
- Hemos conseguido un mundo capitalista para todos. Dijo de nuevo.
- Si, pero aún así hay vagabundo o errantes que prefieren abrigarse con las estrellas antes que dormir bajo el frío cuerpo de un papel.

Los tres íbamos bebiendo de una bebida improvisada con anís, licor de caramelo y coca-cola. El punto de gracia no iba a ser cogido, escupía todo lo que bebía, había hecho una promesa de no beber. La cara de Sara se perdía en el techo bañado por la humedad formando un auténtico paraje microbiológico. En sus ojos se reflejaba el mar de estrellas que habíamos idealizado mientras que sus olas rompían los duros castillos de cordura que intentaba mantener de pié para poder reír y no sufrir. Aunque todo iba a ser una gran falacia.

Te ríes de él sabiendo que es tu espejo.

Había aparecido en la casa de Jeremy una nueva chica, Johana. Se supone que tenía algo que ver con la secreta relación de Jeremy. Volvíamos a tener una guitarra de plástico entre manos que volvía a manejar el juego. Ellos dos jugaban apoyados el uno del otro. Sean se aburría en presencia de ellos. Clint jugaba a juegos prohibidos por sus padres. Era él único que se dedicaba a pensar en lo que pasaba ahí, en ese momento.

Sabiendo que Sean necesitaba estar a solas con su profundo aburrimiento, Clint inmerso en el rol online y Jeremy jugando fuera de la consola con Johana fui a tocar el piano. La música en adagio no animaba mi estado provocado por las falsas situaciones.
Me disponía a tocar el último acorde cuando Sean al oído me dice: “creo que deben estar solos”. Asentí y me dirigí a Jeremy:

- Jeremy, guapetón, necesito hablar contigo en el cuarto de tus padres.
- ¿Por qué? Dijo mientras miraba a Johana.
- Necesito hablar sobre compresas y consoladores a batería.

Todos echaron a reír mientras, en silencio, Jeremy se levantaba del sofá y Johana volvía a coger una postura adecuada.
Cuando entramos, Jeremy cerró bruscamente la puerta y cerró del pestillo. Me empujó con una pasión varonil a la cama de matrimonio y se echó encima de mí. Nunca había estado menos excitado en mi vida. Sus ojos me miraban fijamente mientras decía que le encantaba la estructura de ambos. Sentía el aliento cada vez más cerca de mi propia boca y su mano acariciando mi pierna. No lo pude evitar, mi ceja izquierda se levantó dejando a la ceja derecha en su posición normal demostrando que estaba demasiado extrañado.

- Esto… Jeremy, tus ojos no me corresponden.

Se incorporó y recapacitó mientras dirigía la mirada a la venta e intentaba reírse. En ese momento sabía lo que pensaba, pensaba que nunca iba tenerme entre sus brazos mientras seguía demostrando su amor a otra persona. No podía estar más asustado, o como diría mi escritor: “estaba cagado”.

- He pensado que tal vez, quieras que te dejemos solo.
- No sé, me da igual, pero por favor, si es por mí quédate.

Esa última frase aclaró sus ganas de verme, pero tenía que satisfacer a Sean…

No somos una idea tuya.

El viento chocaba con mi espalda atravesando los barrotes que de nuevo me separaban del suelo y la terraza. El cielo se alzaba oscuro y húmedo, esperaba ansioso el momento en el que descargaría toda su furia contra nosotros mojando hasta el último centímetro que formaba nuestra cabeza.
Sara se había sentado junto a Mark separando a éste de mí y Sean se había acomodado en la butaca injuriada por las acciones indebidas de los demás propietarios del local. El pié de Sara acariciaba lentamente la pierna de Sean mientras que su mano izquierda acariciaba el cabello sedoso de Mark. Yo le había dejado claro directamente que mi intención ya se había resuelto y no era en esa ciudad. Era cuestión de tiempo que apareciesen los demás amigos que completaría la reunión prometida por Sara. Con la llegada de esos amigos, yo desaparecería.
Las risas estúpidas de los demás propietarios un piso más abajo viendo la televisión, hacía reír a los tres individuos. Yo quería permanecer callado ante la lujuria innecesaria.
Sean aún permanecía cuerdo ante todas las locuras de Sara, Mark aún permanecía sincero ante las muchas lujurias de Sara. Si, ellos decían que eran libres y que podía hacer todo cuanto quisiesen en donde quisiesen. Pero me preguntaba donde había quedado el camino, ese camino que seguían dados de la mano con otras personas. Me preguntaba por qué veían a esas personas como simples amigos y nos como acompañantes en el camino. Ese camino que no te conduce a ninguna parte, pero en cambio, satisface todos tus deseos. Caminar, caminar sobre la vida sin nunca saltar sin mirar a los lados, ¿por qué cuándo crecemos dejamos de mirar hacia los lados?

Como habían avisado, sus compañeros aparecieron y yo decidí irme. Pero no me iría sin antes verles las caras. Aspectos extraños, propios del movimiento hippie; rastas, pelos coloridos, símbolos de paz…
Como dije, me fui sin decir nada. Mi mano tocaba resignada la pared contigua a la escalera, no quería dejar a Sean en ese lugar, lejos de mi protección y desahogo. Pero sería un egoísta, decidí dejarlo.
- Pero, ¡qué se va sin decir nada!
- ¡Mikel!
- ¡Espera hombre! ¡No te vayas!

Ya no era capaz de diferenciar una voz de la otra, no sabía quien me decía una cosa u otra. La última imagen de Sara fue su cara mientras se reía satisfactoriamente desde la barandilla. Ahora caminaba entre la sociedad solo, en busca de Jeremy, con el que debería de estar. Pero siempre pensé que, nunca iba a estar completo mientras estaba sin ella. Yo no debía de estar ahí, debía de estar sólo, hablando con ella.

Mis pasos me condujeron al lado de mi gran amigo de tres metros y medio de metal Jack. Era el guardián o minero de Madcity, colocado sobre una roca y custodiado por una gran fila de rocas a su espalda. Al lado de él, un anciano que contemplaba todo Madcity y su movimiento hasta mi llegada, comenzó a cotillear y fisgar mis acciones. Peor se lo puse, cuando comencé hablar con Jack. Hacía mucho tiempo que no hablaba con él, que ni tan siquiera le veía.
Le dije que ahí abajo las cosas son muy distintas que ahí arriba. La locura que se respira y te contamina te hace entender que sobras en este mundo de fervor y benéfico. Lo único que necesitas es encontrar un camino físico y seguirlo sin importar lo que busques. Jack me dijo que una vez, una gaviota cansada de volar sin ningún final y habiendo visto todo lo que tenía que ver, decidió morir aquí; junto a mí. Me dijo que ese hecho era lo que le hacía importante y no es el icono de una maldita ciudad. Lloró demasiado hasta que entendió que, ante mi presencia, tenía que disfrutar el tiempo, después lloraría. Él estaba condenado a sufrir y no a vivir, clavado en la tierra como Prometeo. Pero su carácter tan sincero le provocó la amistad con el mundo y le ayudó a entender que debía mirar las nubes y no el suelo contaminado por ese humano.

El beso que dañó

Clint, Jeremy y yo pasábamos nuestras famosas rachas de Jimmy Hendrix tirados en la cama juntos. El ambiento se había liberado de todo peso incorrecto. No parábamos de reír y de llorar por reír, siempre es mejor llorar de alegría que de tristeza. Le había hablado por fin de mi escritora contemporánea favorita, E. V. Navarro.
La calma y la risa se vieron interrumpida por el sonido del teléfono móvil que llamaba la atención de Clint. La fuerza de la risa se vio rebajada a una débil carcajada. Jeremy me miró y me pidió por favor que me acercase a él.

- Todos morimos jóvenes Mike.

Mientras miraba de arriba hacia abajo su cara él se fue acercando a mí hasta que encontró el final de su trayecto. Sus labios secos entraron en contacto con mis labios también secos. No pasó dos segundos hasta que me aparté de sus labios dejándole con una sonrisa en la cara. Mi rostro fue cambiando a desilusión.

- ¿Por qué lo has hecho Jeremy?
- Hay que cambiar la monotonía por la libertad.

Apareció de nuevo como un héroe Clint y se tiró a la cama aplastándome. A pesar de sus risas yo seguía desilusionado y Sean no aparecía siendo más de la media noche. No podía estar más desilusionado.
No digas más.

Sean y yo volvimos a nuestro hogar, pasaron dos semanas y Sean recibió la visita de Amy. Esa otra parte de la relación que Sean tejía.
Ella no sabía que Sara le había dado demasiado cariño, aunque él permaneció cuerdo y no le dirigió el interés a esas acciones. Amy me odiaba por ser ese hombre que besaba a su amiga, a esa chica a la que tanto añoraba. No dejó de criticarme en su interior. Sabía que pensaba, que era tan solo parte de la humanidad y nada extraordinario como ella buscaba. Si, tocaba la guitarra, pero para ella no era más que un punto.
Iba a desaparecer de nuevo de ese lugar y ellos aún no me habían visto como debía haberlo hecho. No había encontrado al caminante que buscaba el camino sin importancia. Iba a desaparecer y ellos no me había dicho sinceramente, hola.

Los ríos de coches que emanaban de la nada era el peligro constante para crear todo final inoportuno. Cruzaba el paso de peatón libre de todo peligro mientras esa luz verde seguía parpadeando. Esa luz cambió a roja y los coches arrancaron de nuevo sin importar que alguien atravesara la calle…

Ahora no dejaban de pasar delante de mí imágenes que extrañaba, imágenes prohibidas por el presente y borradas por el futuro que ahora eran las causantes de mi absoluta felicidad. Veía la sonrisa de mi único amigo en la infancia mientras se quedaba quieto, mirándome. Veía el rostro de mi mejor amigo, Peter, mientras reía con su brazo apoyado sobre mi hombre y caminaba junto a mí. Veía a mi hermano Jonathan mientras corría y reía delante de mí sin pensar en el futuro maltratado. Veía a mis padres rodeando al Mike pequeño y reían junto a él creando el dulce vínculo paterno que habían dibujado durante toda su vida. Veía a mi hermana Sally mientras me miraba sinceramente y reía enseñándome todo lo que había aprendido. Le veía a ella mientras reía con esa bella sonrisa mientras deseaba besarme y deseaba llorar conmigo, me hubiese gustado decirle tan solo dos palabras que hubiesen dibujado mi nacimiento de nuevo.

Todo podía estar escrito en sucios papeles y cúmulos de deseos para tan solo decir, te quiero…







No one knew me, no one kne me

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