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Jenas Tyler Durden ( Breves historias, muy breves historias y aún más breves historias )

Algún día

Una hoja cayó silenciosamente al suelo, una flor murió. Todo el camino que hemos realizados juntos es hora de cambiarlo, ahora me adentro en la fría niebla en busca de mi querida, algún día.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Paint Hell Crónicas de un asesino (capítulo 2)


Viernes 3 de enero, 1998. Parada de autobuses Victoria (Glasgow)

Caminaba por una calle de la zona sur de Glasgow, la nieve caía sin compasión encima de nuestras cabezas bañando de blanco todo el panorama y quitando toda posibilidad de imaginación. No sabía si era yo quien pisaba la nieve o la nieve quería estar debajo de mi zapato de más de cien libras. Tenía un dolor de cabeza sobrehumano. Las manos se mantenían, gracias al interior de los bolsillos, calientes. Había aprobado por fin la carrera de filosofía. Era libre de saltar por un precipicio o saltar a un abismo.
Vivía en un apartamento bastante reconfortable atendiendo a los gustos de un antiguo compañero de piso. Un apartamento en la zona sur, la zona más calmada de Glasgow, suficiente dinero para pasar tres semanas en Alemania y un compañero que pronto sería algo más que un compañero. Franklyn, ese era su nombre. Había conseguido burlar los prejuicios personales sobre el amor y pude conseguir un comportamiento bisexual. Él era mi próxima pareja.

Arbitrariamente, mientras caminaba, miraba hacia atrás contemplando mis pasos, las huellas marcadas en la fría nieve. Daba igual el hecho de sentirme congelado, pronto partiría hacia Alemania con mi “amigo”.

Llegué al portal de mi apartamento. Entré con una sonrisa en la cara y en silencio. Pero mis pasos decididos fueron frustrados por una amable vecina que, lamentándolo mucho, me impidió subir a mi piso donde residíamos los dos. Algo estaba pasando. La policía nacional y hombres vestidos de gabardina bajaban por las escaleras con las cabezas caídas. Todos iban hacia la puerta y cuando se cruzaban conmigo, me dedicaron una mirada de consuelo.

- En realidad, sentado en esta silla, no puedo distinguir según lo que he visto una cara de consuelo o una cara de consuelo falsa…
- Siga por favor, siga contando.

Sucesivamente, tras los policías y los hombres con gabardina, dos personas que transportaban entre ellas una camilla con un cuerpo sangrando y tapado con una sábana, bajaban por las escaleras. Tras ellos un hombre, con una pequeña libreta naranja y un bolígrafo, dijo:

- ¿Allan, Allan Wilson?
- Si… si soy yo…
- Lo siento mucho, pero su amigo… su amigo ha sido asesinado esta mañana.
- ¿Qué?
- Lo siento mucho, tendrá que responder a las siguientes preguntas.

El hombre preguntaba entre los flases de las cámaras periodísticas y el murmullo de los vecinos con las manos en la boca, preguntaba preguntas que yo no sabía responder. En ese momento, todo se particularizó en un trayecto. Tenía que dirigirme a la camilla donde, mi amigo descansaba, y tenía dar mi último adiós con mis últimas lágrimas que se adelantaron a mis pasos y ya resbalaban por mi cara.
Había sido apuñalado duramente, cruelmente y con frialdad.

______________________

Llegó la noche del mismo día, viernes 3 de enero. Me senté en un extremo de la cama y comencé a mirar la televisión apagada. Si estuviese mi amigo aquí me diría: “¿ya está, esto es lo que vas hacer?” pero por desgracia mi cuerpo estaba totalmente congelado por la triste noticia.
Mi amigo había sido asesinado y tal vez yo corría peligro. Pero, algo cambió en mí. Comencé a notar un peso en la respiración, no podía respirar. Caí al suelo intentando sobrevivir. Comenzaba a perder la vista. Miles de colores bailaban a mí alrededor, todos expresaban angustia. De pronto, entre esos colores, surgió una cara enfocada en el cristal de la ventana. Los labios pintados de rojo fuerte como si hubiese gastado una barra de labios en esa parte facial tan sólo. Los ojos pintados de negro con lágrimas cayendo de ellos. El rostro pálido con marcas amarillentas. Me dijo:

- Despierta…

Escuché sus palabras, palabras de odio, de rabia. Sólo una cara, era eso y nada más.
Abrí los ojos y estaba sentado en la cama, mirando hacia la ventana. Me había quedado dormido…

Me volvía paranoico por momentos. La muerte de Franklyn había afectado a mi cerebro radicalmente. Me había olvidado por completo de mis estudios y del viaje a Alemania. Me había olvidado por completo de quién era yo, donde estaba mi mente o dónde estaba yo directamente. Solo se enfocaba alrededor de Franklyn.

Abrí la cama, me arropé en ella y conseguí dormir a los diez minutos…


Sábado 4 de enero, 5:25 AM

- Despierta…

Mi cuerpo se movía de otro modo, yo no lo manejaba. Mi propio cuerpo me dirigió al cuarto de baño. Comenzó a pintarme los labios con carmín apretando fuerte para sobrepasar el labio. Pintó mis ojos de negro y el sentimiento hizo el resto, dos lágrimas reptaron desde mis ojos hasta la barbilla arrastrando consigo el rimel. Pintó mi cara de blanco y mi rostro, en el espejo, me sonrió.
De repente, mi cuerpo había conseguido la suficiente fuerza para andar correctamente y caminar hacia la puerta.
Sabía hacia donde tenía que ir, en busca del cadáver de mi amigo. Buscar pruebas, es lo que debía hacer. Caminé por la frías calles y mi cuerpo no sentía frío, sólo calor de rabia.

Me encontraba a las puertas del depósito de cadáveres. Era un depósito municipal, nadie vigilaba la puerta. Vestía un traje de boda que le pertenecía a Franklyn. En el bolsillo interior, una “beretta” dispuesta a disparar. Abrí la puerta del depósito y de nuevo, nadie había en el corredor verde.
Suponía que, la zona donde Franklyn descansaba era la sala de autopsias. Los pasillos eran oscuros y sin sonido, tan sólo el de mis pasos que a cualquiera de sangre caliente hubiera asustado. Los suelos eran de color verde oscuro, daba un tono más lóbrego al lugar.
Por fin encontré la sala de autopsias. La puerta estaba entreabierta dejando salir un pequeño hilo de luz. Dentro, no había nadie, era el momento.
Había tres cadáveres, uno de ellos era Franklyn. Tenía los labios morados y el rostro pálido, congelado. Estaba muerto, claramente. Tenía asestadas tres apuñaladas en el pecho y dos en la nuca. Poseía el móvil de Franklyn, gracias a su tecnología, pude sacarle una fotografía.
Había otra marca que destacaba, habían marcado mediante dos cortes los ojos, estos cortes cruzaban de arriba hacia abajo. Y un corte más pequeño en la punta de la nariz.
Mis últimas palabras…

Abandoné el lugar antes de que fuese descubierto. Me alejé de la zona del crimen volviendo a mi apartamento y pude dormir.

Sábado 4 de enero, 4:25 PM

Un terrible dolor golpeaba mi cabeza, un sabor a vómito y defunción daba vida a mi boca. Silencio, lo único que se podía escuchar en el piso de Glasgow era silencio, cruel silencio. Recordé la razón de ese silencio, Franklyn había muerto, pero, había sido asesinado.
Me incorporé para prepararme la comida, cereales con leche fue mi comida. Tenía falta de apetito, pensé que debería ir al médico pero por ahora, desayunar.
Miré el contestador, tenía un mensaje. Presioné la tecla de “reproducir” y sonó la angustiada voz de la madre de Franklyn, Cordelia:

“Allan, el entierro se celebrará a las once de la mañana en Edimburgo”

Escuché el mensaje apoyado en la pared, mientras bebía directamente del cartón de leche. Al lado del contestado, estaba el móvil de Franklyn. Miré mi propio cuerpo y todavía llevaba puesto el traje de boda. Me miré en el espejo y todavía llevaba pintada la cara.

Encendí el ordenador con intención de estudiar las imágenes que fotografié del cuerpo fallecido de Franklyn. Aún había fotos de las últimas vacaciones y del hermano pequeño de Franklyn. Era triste saber que sus padres no se enterasen de la faceta sexual de Franklyn.
Ahí estaba, las fotos del difunto demacrado y mutilado. Aún había sangre de las heridas. Al ver esas heridas un pensamiento de odio rojo surgió de mí, hacia mí mismo. Era capaz de estudiar las heridas de Franklyn sin caer en la depresión absoluta. Me había convertido en un inmoral según la sociedad.
Pero algo me pareció más relevante que el hecho de poder ver el cuerpo difunto de Franklyn sin tener un desmayo, la extraña sensación de que me pareciese curiosa la posición de cada apertura en el cuerpo de éste. Una apertura en el cuello, si hubiese sido esa la primera sin duda hubiese acabado con su vida. Otras dos situadas perpendicularmente justo encima de la pelvis. Y las dos traseras situadas también perpendicularmente debajo de los omoplatos.

Según el orden que le dí, nada cuadraba, pero conseguí darle un orden más preciso. Según el orden, formaban una estrella de cinco puntas.












Pero algo me pareció más extraño, más incluso que la propia muerte de Franklyn. No había sangre, al menos en las partes en las que estuve. Entré en el dormitorio de Franklyn y, la imagen de un hombre sufriendo y llorando envuelto en sangre oscura me observaba mientras se lamentaba. Con el mínimo parpadeo desapareció. Pero la sangre aún estaba ahí. Desde el centro de la habitación hasta la puerta. El resto permanecía intacto.


Domingo 5 de enero, 11:00 AM. Cementerio de Glasgow.

Mis manos se abrazaban mutuamente bajo el cielo invernal de Glasgow. Hoy, enterrábamos a mi amigo, en vida un libro que no podías parar de leer, en muerte un misterio del que querías huir.
El ataúd cubierto por la bandera estadounidense en honor a su patria, descendía poco a poco por el hondo hasta llegar al fondo. Los llantos de los padres y demás familiares dejaban a los cuervos sin comida poética. La verde hierba seguía siendo verde a pesar de la muerte de Franklyn. Hoy enterrábamos a mi amigo y jamás le volvería ver…
Mientras los padres eran el centro del momento, yo me alejaba del entierro para poder tranquilizar la metafísica que llevaba dentro de mí. Quería hablar con los forenses sobre cómo encontraron a Franklyn.

Me encontraba en la plaza George, lugar donde todo turista comienza su visita. En el centro de la plaza una enorme columna dorada se levanta en honor al escritor Walter Scout. La columna estaba rodeada por estatuas de pintorescos personajes literarios y no literarios. Mis pasos eran certeros y mis miradas decisivas. Todo el mundo se atrevía a otorgarme una mirada pero mi punto de vista estaba claro, ese edificio neoclásico llamado ayuntamiento. El ayuntamiento de Glasgow.

Las puertas del ayuntamiento parecían las mismas puertas del cielo. No dejaban de salir y entrar personas, tendría que ser uno más para poder entrar. La puerta estaba custodiada por dos soldados escoceses armados. El interior del ayuntamiento era bastante amplio. La voz de todos los pasos que daba cobraban más importancia en ese ayuntamiento, pisase como pisase el sonido se escucharía una y otra vez. Pero lo mismo que viene se va, el sonido se evadía con los más de diez mil sonidos que existían en el lugar. Soy músico, puedo contar los sonidos como las almas inexistentes como la suya.
Había una espera extremadamente grande. Sólo quería hablar con los forenses y no podía esperar.

- Escuche señorita, soy Allan Wilson, amigo de Franklyn Banarghi, asesinado el 3 de enero. Quiero hablar con los forenses que investigaron en mi casa.
- Lo siento señor, pero tiene que tener un poco de paciencia, por favor vuelva a la cola.

No podía esperar, el tiempo se transformaba en oro cayendo al suelo y rompiéndose en mil pedazos. Tuve que hacerlo, tuve que golpear la mesa reclamando de nuevo mi atención.

- ¡Escúcheme! Es de vital importancia que me consiga una cita con los forenses ahora mismo.
- Esta… esta bien señor, veré lo que puedo hacer.

Las agujas del reloj comenzaban a sonar cada vez más fuerte, ¿sería el lugar? ¿Habría hecho ese lugar lo mismo que con mis pasos? No lo sé, pero se que me volvía más rabioso por momentos, cada milímetro que esa aguja, indicadora de los segundos, avanzaba era un golpe en mi cabeza.

- Está bien, tiene que ir por el pasillo de oficinas y llegar hasta la número 4, allí te esperan.
- Gracias.

Abandoné la recepción y comencé de nuevo a esquivar personas.
Las oficinas, al parecer, era el centro de calma que debe de existir en todo edificio municipal. Aún así, todavía había secretarias estresadas y con una pila de papeles entre sus brazos. ¡Qué desorden!

Número 4, aquí era. Una puerta marrón con un cristal poco transparente y una placa donde figuraba: “Departamento de homicidios”.

- Bueno días señor Allan, ¿está bien?
- Sí… sí, claro- miraba al suelo, aún no me atreví a mirarles a la cara después de mi “altercado”- perdonad que os interrumpa de esta manera, pero Franklyn ha sido enterrado hoy y me gustaría saber más sobre su muerte.
- Claro…

Los dos hombres tenían una postura rígida y con los brazos cruzados. Mientras uno asentía otro me miraba con deseos de aniquilarme. Le devolví la mirada asesina, yo no la quería para nada.

- Verá, sabemos con certeza que este asesinato ha sido provocado por una de las peores bandas satánicas de la región escocesa.
- ¿Satánicas?
- Antes de que usted pudiese subir al lugar del hecho, nos hicimos con todas nuestras pruebas, siento no haber podido limpiar la sangre.

Precisamente la sangre era el motivo por el cual estaba ahí en ese mismo momento. Su posición, su cuerpo, algo no me cuadraba a la perfección.

- Me… me gustaría ver las imágenes del cadáver.
- ¿Seguro?
- Sí…

Hizo una señal con la cabeza al hombre que se situaba a un par de metros al lado suyo, éste se dirigió a un archivador de donde extrajo un clasificador. Se dirigió hacia nosotros mientras sacaba las imágenes del clasificador. Alargó el brazo y me las ofreció.
Imágenes rectangulares de veinte por diez, bastante pequeñas. El cuerpo del difunto se encontraba en el centro de la habitación con las heridas que pude ver en el depósito de cadáveres. Se me congelaba la sangre al ver tal crimen. Devolví las imágenes, no obtuve ninguna información relevante.

- Bueno, gracias por todo, avisarme cuando tengáis a los asesinos.
- Antes de que se vaya, encontramos un dibujo encima del cuerpo.

Volvió hacer una seña con la cabeza y el hombre serio volvió a responder. Me ofreció un papel amarillento donde se veían dibujadas dos alas negras con tinta china. Ya había visto ese dibujo antes. No podía decirlo, correspondía a uno de los prejuicios de los que Franklyn era partidario. Una clase de heroína llamada “ángelus sapiens”. Ya tenía una gran fuente de información.
Estreché la mano al policía y él dijo:

- Los jóvenes tenéis el destino marcado y yo seré el encargado de cumplirlo.
- Eres un forense, perderás el trabajo dedicándote a romper los lazos que existen entre la juventud y la vida.

El policía soltó mi mano, me regaló una falsa sonrisa y marché de aquel lugar.

TO BE CONTINUE...

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