La gota de sangre se resvalaba por su delicado cuello, esos deliciosos y lisos cuellos, siempre tuve una gran fascinación a esos conjuntos de músculos y cartílagos. Moría poco a poco pero mi malestar y orgullo impedía escuchar los llantos de aquella joven chica que, padeciendo de los encantos de una nocturna velada, murió antes de lo previsto para ella.
Llovía, llovía todo el día y nunca me decidí a averiguar por qué. Llovía y no me cansabar de observar la velocidad de los momentos cuando llovía...
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